Ganar o perder coincide con la lógica de la batalla: vivir o morir

01/07/2015Por Franco Garcilazo. Violencia en el fútbol. Un análisis sociopolítico de los incidentes del último Super Clásico River-Boca

Ganar o perder coincide con la lógica de la batalla: vivir o morir El deporte y puntualmente el fútbol, es para algunos un juego mientras que para otros es una forma de vida. Lo usan como negocio o lo siguen como filosofía ya que es parte del mundo actual, detrás de él se esconden intereses, se lo utiliza como instrumento de poder, ya sea para hacer dinero, controlar o manipular.

Sin embargo, se debería analizar desde el sentir del verdadero hincha, de las barras bravas, de medios de comunicación y de la política.
El fútbol evolucionó conjuntamente con la sociedad de masas, desarrollándose a la par de la civilización del siglo XX.

Las relaciones de poder que vienen desde la Antigua Grecia y sus Olimpiadas se han modificado. Aquellas se consideraban preparativos para la guerra, aunque se presentaban en un periodo de paz, mostrando a la ciudad del vencedor como la más poderosa, y al “triunfo-derrota” como signos de fortaleza o debilidad, que se extrapolaba hacia todas partes. Eric Dunning y Norbert Elias expresaron que la civilización y el deporte evolucionaron en hábitos, personalidad y reglas, en relación con el Estado. Además señala que éste controlaba el deporte y obtenía beneficios en un marco de amplio desarrollo social. Marco que entendía a la sociedad antigua como más violenta que la de hoy, pues en la actualidad existen organizaciones que la normalizan a través de sus respectivas reglas. Sin embargo, se trata de la misma violencia camuflada bajo el papelerío protocolar de dichas asociaciones.


Al profesionalizarse este juego, se fue transformado en negocio. La sociedad de masas lo convirtió en un verdadero fenómeno social, un instrumento de poder que actualmente sirve a los intereses de unos pocos. Se volvió un producto comercial con una superestructura político-ideológica de capital avanzada, donde el jugador es la materia prima, provocando que sea manipulado políticamente, y los medios de comunicación favorecen esto mediatizando el deporte en general, y estableciendo una relación producción-consumo propia del sistema capitalista moderno.


¿Es el juego una forma de violencia camuflada? ¿Qué factores se desencadenan para que esa violencia se salga de control?
En los últimos años, el periodismo mediatizó el tema de violencia en el fútbol con discursos e ideas poco realistas a veces, convirtiéndose el propio periodismo en un determinante de la violencia deportiva de muchas formas. Este fenómeno tiene su última representación en el superclásico Boca Juniors vs River Plate por el torneo continental Copa Libertadores de América, que fue suspendido y dado por terminado por la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) por hechos de violencia. Violencia que arrastra una larga trayectoria.


Estos fenómenos violentos en el fútbol han tenido escasas soluciones prácticas en la Argentina, aunque sí han sido prolíficos la cantidad de discursos, periodísticos y políticos con interpretaciones de tono estigmatizador y esquemático.
La violencia en el fútbol tiene varias lecturas, una de ellas se corresponde con el análisis de dos elementos fundamentales del juego: Los participantes directos (jugadores, técnicos y árbitros) que muchas veces arengan en forma negativa, y por otro lado, el público en general. El fútbol demuestra una gran simpatía cultural por la lucha estamental, exponiendo valores vinculados a la contienda, la victoria y la gloria. Muchas veces son los espectadores o hinchas los que protagonizan verdaderas batallas campales fuera del estadio.
Cuando dos facciones entran en juego, lo que se debate no solo es una forma de vida, sino un choque institucional que define propias identidades. La violencia en el deporte atraviesa transversalmente a muchas culturas debido a que quien pierde el encuentro se disputa entre dos directrices: irse resignado o regular su frustración por medio de la violencia. Ganar o perder coincide con la lógica de la batalla: vivir o morir.


La intimidación es un elemento que genera lazos específicos de solidaridad falsa, anclado en un territorio donde el “barra” antes que nada, apela a expresar su hombría en busca de constantes experiencias hedonistas y de auto gratificación. Tanto Eric Dunning como Norbert Elias sugieren que el deporte, como ritual, permite la domesticación del peligro con el fin de lograr la excitación necesaria para el juego. El considerar la cosificación del hombre privatizando las emociones, soporta la idea de que se necesita de un lugar para expresar los sentimientos reprimidos, y los especialistas coinciden en que muchas veces, éstas se salen de control.

La violencia denota un daño, que apela a un discurso político por medio del cual quien ejerce la violencia teme perder determinado beneficio, como un animal recurre a la agresividad para conservarse. Retomando la frase de Charles Darwin en su teoría evolutiva, se trata de la “supervivencia del más apto”. El hombre modula la violencia para conservar la jerarquía. La legitimidad del grupo se acrecienta a favor de quienes sostienen el poder político, en la mayoría de los casos dirigentes de club de fútbol, o líderes de las “barras bravas”. Hay un capital económico concedido por el club para diferentes actividades y es distribuido por los jefes de las hinchadas, con una red de alianzas dentro del sector policial y político (la barra actúa como fuerza de choque) que se propaga cada vez más. Al intercambio económico entre el hincha y la policía (pago de favores) se le puede añadir que el “barra” es un ciudadano que carece en algunos casos y ostenta en otros, de prontuario delictivo, lo que le da a la policía un poder de control mayor, ya que la “barra” maneja las lealtades y condiciona los comportamientos que son aceptables y los que no.


América Latina utiliza el concepto de “barra brava” distinguiendo subgrupos en el interior de una hinchada que producen diversos incidentes violentos tanto dentro como fuera del estadio. Muestran su posición frente al mundo con una lógica bipolar de amigo-enemigo, imponiendo la hombría por medio de la fuerza. Este fenómeno se convirtió en un grave problema social desde hace varias décadas, pero últimamente también ha alcanzado a la población y al mismo Estado.


En este último tiempo hemos observado con más claridad ciertos comportamientos y problemas dentro de estas organizaciones que dicen sentir afecto y cariño por la institución. Podemos mencionar agresiones verbales y físicas a árbitros, jugadores o hinchas rivales. También a hinchas del mismo club o hacia la misma facción buscando tomar el control de la barra oficial. Es decir, que los barras más fuertes (tiempo atrás eran los que más disputas físicas ganadas tenían, hoy en día son aquellos que poseen más contactos de poder) lideran el grupo ya que buscan seguir obteniendo ingresos económicos, que pueden provenir desde la política (gobierno), desde ciertos partidos políticos del club, como también de algunos jugadores de la institución. Esta situación, a pesar de ser conocida, se niega.
Estos sujetos, con ansias de poder cada vez mayor, producir diversos actos de racismo a través de sus banderas y cantos, además de sucesos de vandalismo provocando heridos con arma blanca y con armas de fuego, que muchas veces tienen un desenlace fatal.

Para finalizar destaco que el fútbol es un fenómeno de masas en el que intervienen numerosos y diversos actores (empresarios, políticos y medios de comunicación) para alcanzar distintos fines. Con el paso del tiempo, este deporte se convirtió en un negocio que reporta grandes beneficios, por eso hay tantas partes que quieren devorar el pastel, sin que importe nada; y en donde los valores deportivos han sido sustituidos por criterios mercantiles y avaricia económica.

Por Franco Garcilazo
Alumno de 4to año de Educación Física, Instituto del sudeste, Benito Juárez

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